Un cirujano vascular suele recomendar la endarterectomía carotídea si un paciente tiene una obstrucción superior al 50% de una arteria carótida y experimenta síntomas como un ictus, un mini-ictus o un AIT (ataque isquémico transitorio). En algunos casos, se recomienda la intervención quirúrgica incluso si el paciente no presenta síntomas pero tiene una obstrucción grave (superior al 70-80%). Durante la operación, el cirujano elimina la acumulación de placa que ha estado estrechando la arteria y restringiendo el flujo sanguíneo.
Típicamente, un paciente tendrá una noche de recuperación después del procedimiento, dependiendo de su condición médica. Tras la intervención inicial, el cirujano vascular utilizará una ecografía carotídea para volver a observar la arteria. Este seguimiento se recomienda periódicamente para asegurarse de que la placa no se ha vuelto a acumular. La repetición de la obstrucción es poco frecuente una vez realizada la intervención.
Aunque la tecnología de los ultrasonidos existe desde hace casi 70 años, en este momento no hay muchos cirujanos que hayan avanzado sus técnicas para aplicar este proceso concreto.
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