MADRID, 15 (EDIZIONES)
La ansiedad es una emoción muy común y no necesariamente perjudicial que puede experimentar cualquier persona ante un evento importante, como un examen. Ahora bien, la ansiedad también puede manifestarse de una manera más severa: en forma de ataques que pueden alarmar al que los sufre y, también, a la persona que los presencia.
Lo primero que hay que tener claro cuando se habla de ansiedad es que no siempre es nociva. «Frecuentemente se considera que la ansiedad es, en todos los casos, perjudicial, y este es uno de los grandes mitos sobre esta emoción, ya que, en realidad, este tipo de ansiedad cumple una importante función en nuestra vida, informándonos de la presencia de una amenaza, activándonos y preparándonos para reaccionar y adaptarnos ante la misma», explica a Infosalus la secretaria de la Sociedad Española para el avance de la Psicología Clínica y de la Salud. Siglo XX (SEPCyS), Noelia Morán.
Por lo tanto, la ansiedad «es una emoción normal», confirma la experta. Se manifiesta mediante respuestas fisiológicas que se concretan en «palpitaciones, respiración rápida y superficial, tensión muscular o sudoración. Además, aparecen sentimientos de tensión, preocupaciones, pensamientos negativos y catastrofistas, conductas de hiperactividad o una mayor tasa de movimientos», apunta Morán.
Sin embargo, en determinados casos, la ansiedad sí es negativa para las personas. «Sucede cuando la ansiedad es irracional y está presente en nuestra vida de forma generalizada, frecuente, duradera y es más intensa de lo que cabría esperar», explica la también profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Es decir, la variante dañina de la ansiedad y la que no ayuda al que la sufre está presente en situaciones «en las que no hay ninguna amenaza o peligro», según la experta, que agrega que este tipo genera «un importante sufrimiento personal y/o afecta al área laboral, social o familiar, lo que impide que lleven una vida normal». Dentro del grupo de los problemas de la ansiedad se encuentran «la ansiedad generalizada, la fobia social, la agorafobia o el trastorno de angustia», clarifica Morán.
Cuando la respuesta de miedo o malestar se manifiesta «de forma temporal, brusca y aislada», en los que los síntomas de ansiedad descritos «son muy potentes» es cuando hablamos de crisis de angustia o ataques de pánico, indica Morán.
Las crisis pueden aparecer «de forma inesperada o con algunas situaciones que la persona teme o ante las cuales anticipa que va a sentir ansiedad», matiza la profesora de la UCM, que añade la hiperventilación a la ecuación. «La percepción de que podemos enfrentarnos a estas situaciones genera una respuesta inicial de ansiedad que se acompaña de hiperventilación, una forma de respiración anómala que desencadena los síntomas del ataque de pánico», especifica la experta.
Una vez que aparece la crisis de angustia o el ataque de pánico, Morán destaca que lo «importante es comprender que lo que se siente es ansiedad y, como tal, es molesta, intensa y muy desagradable, pero no es peligrosa o dañina para nuestra salud». Lo primero que hay que hacer es, sobre todo, controlar la hiperventilación que, a juicio de la secretaria de SEPCyS, es «una de las claves» de este tipo de ansiedad.
«Cuando una persona respira de forma rápida y profunda porque está muy ansiosa es importante modificar esa pauta respiratoria. Para ello es recomendable realizar una respiración más lenta», expone Morán. Los trucos más conocidos (y socorridos) son utilizar «una bolsa o el hueco de las manos con el fin de estabilizar la respiración y, por ende, la ansiedad», asegura la experta, que añade que «es necesario, además, ayudarle a desacelerar la respiración respirando con él o ella».
«Podemos acercanos a la persona y, hablándole con un tono de voz tranquilo utilizando frases cortas y simples, será necesario explicarle que está teniendo un ataque de pánico», según la secretaria de la SEPCyS. Así, por ejemplo, se le podría decir: «Tienes una crisis de ansiedad, es muy molesta, pero se pasará dentro de poco. Empieza a respirar más despacio, es importante», ejemplifica Morán.
Por último, también «se puede ayudar a la persona a concentrarse pidiéndole que repita una tarea simple, como contar hasta diez, o que se focalice en cualquier elemento que le distraiga de los síntomas, como que describa parte del mobiliario que está a su alrededor», concluye la experta.
AYUDA PROFESIONAL
No obstante, si «estos ataques de pánico son repetidos es necesario consultar con un profesional de la salud mental», recomienda la profesora de la UCM. «Las crisis de angustia o los ataques de pánico pueden acompañar a cualquier problema relacionado con la salud mental», afirma.
La clave del diagnóstico «tiene que ver con la aparición repentina de síntomas de ansiedad muy intensos como la opresión torácica, náuseas, temblores, sensación de ahogo, mareos, entumecimiento de los miembros, miedo a morir o a volverse loco*, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros diez minutos», insiste la experta.
La Psicología incluye diversos abordajes terapéuticos para la ansiedad «que se han demostrado eficaces y útiles», según Morán. La experta destaca «proporcionar a la persona información veraz sobre la ansiedad, su origen, mantenimiento y pronóstico; estrategias eficaces para la gestión de la ansiedad, como las técnicas de relajación y de regulación emocional; la exposición a la ansiedad y manejo de los pensamientos favorecedores de la misma y estrategias de afrontamiento y resolución de problemas».
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