Dentro de las diferentes zonas del hígado, los hepatocitos varían en sus funciones fisiológicas, siendo los de la zona 1 más eficientes en el metabolismo oxidativo y los de la zona 3 en la biotransformación de xenobióticos. Los hepatocitos de la zona 1 son los primeros en estar expuestos a los tóxicos que entran en el hígado; si esos tóxicos son directamente perjudiciales para los hepatocitos (por ejemplo, el fósforo blanco), el patrón de lesión celular será periportal. Los tóxicos que requieren bioactivación para causar lesiones (por ejemplo, el paracetamol) generalmente causarán lesiones hepáticas en la zona 3 (centrilobular), ya que esta zona contiene mayores niveles de enzimas biotransformadoras. Esta zona también corre el riesgo de sufrir lesiones hipóxicas debido a los tóxicos que alteran el suministro de oxígeno a las células (por ejemplo, el monóxido de carbono). Debido a estas vulnerabilidades, la lesión centrilobular es la forma más común de lesión hepática inducida por tóxicos. La necrosis hepática masiva afecta a lóbulos hepáticos enteros y se ha asociado a la exposición a diversos tóxicos, como el acetaminofén, la aflatoxina, las algas verdeazules y las setas hepatotóxicas. La necrosis fragmentaria es una forma menos frecuente de lesión hepática en la que se produce necrosis o apoptosis de hepatocitos individuales dispersos a lo largo de la placa limitadora entre las tríadas portales; esta forma de lesión hepática se ha asociado a procesos inmunomediados, como se observa en la hepatopatía inducida por fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
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