Cada vez más común entre los adolescentes y adultos jóvenes, el comportamiento sexual compulsivo -también conocido como hipersexualidad, trastorno hipersexual, ninfomanía o adicción sexual- es una obsesión con pensamientos, sentimientos o comportamientos sexuales que impacta negativamente en la capacidad de uno para funcionar eficazmente en su vida. En el caso de los adolescentes, los efectos se manifiestan en el rendimiento escolar, las relaciones con los padres y la familia, la vida social, los hábitos recreativos, la motivación para alcanzar objetivos y su autoestima.

El comportamiento sexual compulsivo puede implicar que el sexo se convierta en una obsesión. También puede implicar fantasías o actividades fuera de los límites del comportamiento sexual cultural, legal o moralmente aceptado. La conducta sexual compulsiva puede consistir en actos sexuales generalmente aceptables llevados al extremo. Estas conductas se convierten en un problema cuando se convierten en una obsesión que perturba al adolescente o a los que le rodean. Esto puede ser especialmente problemático para los adolescentes que aún no están preparados para gestionar las demandas emocionales que acompañan a la actividad sexual.

Otros comportamientos sexuales compulsivos fuera de los límites de la conducta comúnmente aceptada se denominan parafilias y van desde comportamientos como el travestismo compulsivo hasta tener deseos sexuales hacia los niños (pedofilia).

Para los adolescentes y los adultos jóvenes, los síntomas del comportamiento sexual compulsivo varían en tipo y gravedad. Algunos signos de que su hijo puede estar luchando con el comportamiento sexual compulsivo incluyen:

  • impulsos sexuales que parecen estar más allá del control de su hijo.
  • Cantidades crecientes de tiempo y energía dedicadas a la búsqueda de estimulación sexual, incluyendo la pornografía, el sexting y el chat cibersexual en Internet.
  • Uso de la conducta sexual compulsiva como escape de otros problemas, como el trabajo escolar, las actividades recreativas, el tiempo en familia, la soledad, la depresión, la ansiedad o el estrés.
  • Continuación de las conductas sexuales de alto riesgo a pesar de las graves consecuencias, como la pérdida de privilegios en casa, problemas legales y penales, la pérdida de relaciones importantes con la familia o los amigos, el fracaso escolar, el abandono de actividades que antes se disfrutaban.
  • Problemas para establecer y mantener la cercanía emocional con otras personas, incluidos los padres, hermanos y amigos. Mayor tiempo de soledad y aislamiento.