Parte de la rica tradición de la Iglesia Católica es reconocer la necesidad de reflexionar sobre las actividades del día, para recordar la invitación de Dios y nuestra respuesta o falta de respuesta. San Ignacio de Loyola desarrolló un método sencillo mediante el cual puedes revisar cada día de manera que te ayude a crecer en la comprensión de ti mismo y te libere para seguir la voluntad de Dios. Esta práctica se llama a menudo el Examen Diario. Muchas personas optan por practicar esta revisión en oración de su día antes de ir a la cama por la noche siguiendo los cinco pasos que se indican a continuación.

Silencio: Recordar la presencia de Dios

Relájate en la presencia de Dios en tu lugar y postura de oración favoritos. Sé consciente de cómo Dios muestra su amor por ti en todos sus regalos. Agradece al pensar en el amor de Dios Padre, en el amor de su Hijo Jesús y en la guía del Espíritu Santo. Pide al Espíritu Santo que entre en tu corazón y te ayude a mirar con sinceridad tus acciones de este día y cómo has respondido en diferentes situaciones. Con la inspiración del Espíritu puedes reconocer lo que te acerca a Dios así como lo que te aleja de él.

Gratitud: Expresión del agradecimiento

Revisa tu día y da gracias a Dios por sus dones. Trate de no elegir lo que va a agradecer, sino más bien ver lo que le viene a la mente mientras reflexiona. Piensa en los detalles concretos de tu día: el aroma del café preparándose, la sonrisa de un compañero de trabajo o un hermoso arco iris. Recuerda los dones que Dios te ha dado y que puedes compartir con los demás: tu capacidad de ayudar en una crisis, tu sentido del humor o tu paciencia con los niños. Haz una pausa y expresa tu gratitud al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Reflexión: Repasando el día

Vuelve a repasar los acontecimientos del día y fíjate en cómo has actuado en las diversas situaciones en las que te has encontrado. Recuerda tus sentimientos y motivos para ver si consideraste todas las posibilidades y seguiste libremente la voluntad de Dios. Pregúntate cuándo fuiste consciente de la presencia de Dios. Piensa en las oportunidades que tuviste para crecer en la fe, la esperanza y la caridad. Cuando pensamos en por qué aprovechamos o no esas oportunidades, podemos tomar conciencia de cómo podríamos cambiar nuestras acciones en el futuro. Agradece las ocasiones en las que elegiste libremente un camino para ayudar a los demás. Tal vez dejaste que un comprador con un pedido pequeño se adelantara a ti en la fila o no te uniste a una conversación crítica con un compañero de trabajo. Estos son ejemplos de responder libremente como Dios quiere que lo hagamos. Cuando reflexionamos sobre las veces que actuamos o no con la gracia de Dios, podemos ser más sensibles a desarrollar hábitos de respuestas positivas.

Dolor: Pedir perdón

Después de pedir la guía del Espíritu Santo para recordar y reflexionar sobre las acciones del día, dedica un tiempo a hablar con Dios o con Jesús. Expresa tu dolor por las veces que no has seguido su dirección y pídele que te acompañe la próxima vez que te encuentres en una situación similar. Da gracias a Dios por la gracia que te ha permitido seguir su voluntad libremente. Siente la pena y la gratitud en tu corazón mientras conversas con Dios.

Esperanza: Resolver para crecer

Pide a Dios que te ayude mientras esperas un nuevo día mañana. Resuelve cooperar y confiar en la guía amorosa del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Concluye el repaso en oración del día con el Padre Nuestro.

Al repasar tu día en oración, experimentarás la diferencia que puede suponer en tu forma de vivir. Si te acostumbras a practicar el Examen Diario, te acercarás más a Dios en tus pensamientos y en tus actos y serás libre para elegir seguirle.