A los niños les encantan los dulces (a una buena parte de los niños, al menos). Sólo hay un dulce que a los más pequeños y jóvenes se les aconseja estrictamente no consumir nunca: la miel. La Organización Mundial de la Salud es sólo uno de los muchos grupos médicos de todo el mundo que coinciden en que no se debe dar miel a los bebés menores de 12 meses, ya sea añadida a su fórmula, utilizada para calmar la dentición o empleada para endulzar los alimentos. Pero, ¿por qué no deben comer miel los bebés?
El problema de alimentar a los bebés con miel tiene su origen en el desarrollo de su microbioma, un conjunto de microorganismos, como bacterias y arqueas, que viven en el interior y sobre los seres humanos y que ayudan a regular la dieta y afectan a muchas funciones corporales. Antes de que los bebés alcancen la edad de un año, las bacterias de su intestino no están lo suficientemente desarrolladas como para impedir que ciertas bacterias dañinas infecten el cuerpo. El Clostridium botulinum es una bacteria potencialmente venenosa que, además de causar la enfermedad conocida como botulismo infantil, suele encontrarse en la miel cruda y procesada. Según un estudio publicado en 1998, se ha descubierto que hasta el 25% de los productos de miel contienen esporas de esa bacteria.
Los síntomas del botulismo infantil pueden ser aterradores. Incluyen un debilitamiento de los músculos, que hace que el niño parezca cojo e incapaz de mover los brazos o las piernas, y una posible insuficiencia respiratoria. Sin embargo, la enfermedad no tiene efectos a largo plazo, y en los casos graves se dispone rápidamente de tratamientos para los síntomas que ponen en peligro la vida. La mayoría de los pacientes se recuperan rápidamente tras recibir una antitoxina, pero la mejor manera de evitar la infección es evitar la causa número uno: la miel.
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