La pericarditis bacteriana se produce por infección directa durante un traumatismo, cirugía torácica o drenaje con catéter, por diseminación desde un foco intratorácico, miocárdico o subdiafragmático y por diseminación hematógena. Las causas frecuentes son Staphylococcus y Streptococcus (pancarditis reumática), Haemophilus y M. tuberculosis. En la pericarditis por SIDA, la incidencia de la infección bacteriana es mucho mayor que en la población general, con una elevada proporción de infección por Mycobacterium avium-intracellulare. La pericarditis purulenta es la manifestación más grave de la pericarditis bacteriana, y se caracteriza por la presencia de pus en el pericardio o un derrame purulento microscópico. Es una enfermedad aguda y fulminante con fiebre en prácticamente todos los pacientes. El dolor torácico es poco frecuente. La pericarditis purulenta es siempre mortal si no se trata. La tasa de mortalidad en los pacientes tratados es del 40%, y la muerte se debe principalmente al taponamiento cardíaco, la toxicidad sistémica, la descompensación cardíaca y la constricción. La infección tuberculosa puede presentarse como pericarditis aguda, taponamiento cardíaco, derrame pericárdico recidivante silencioso (a menudo grande), pericarditis efusiva-constrictiva, síntomas tóxicos con fiebre persistente y constricción aguda, subaguda o crónica. La mortalidad en los pacientes no tratados se aproxima al 85%. El drenaje pericárdico urgente, combinado con un tratamiento antibacteriano intravenoso (por ejemplo, vancomicina 1g dos veces al día, ceftriaxona 1-2g dos veces al día y ciprofloxacino 400 mg/día) es obligatorio en la pericarditis purulenta. La irrigación con uroquinasa o estreptoquinasa, utilizando catéteres grandes, puede licuar el exudado purulento, pero es preferible el drenaje quirúrgico abierto. El tratamiento inicial de la pericarditis tuberculosa debe incluir isoniazida 300 mg/día, rifampicina 600 mg/día, pirazinamida 15-30 mg/kg/día y etambutol 15-25 mg/kg/día. La prednisona 1-2 mg/kg/día se administra durante 5-7 días y se reduce progresivamente hasta suspenderla en 6-8 semanas. Las pruebas de sensibilidad a los fármacos son esenciales. La pericardiectomía se reserva para los derrames recurrentes o la elevación continuada de la presión venosa central tras 4-6 semanas de tratamiento antituberculoso y con corticoides.