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Imagina que tuviéramos la capacidad de desnudarnos al final del día cuando llegamos a casa.
En lugar de quitarnos la ropa al llegar a casa, ¿qué pasaría si tuviéramos el poder de despojarnos de las pesadas capas mentales como el juicio, la preocupación, la depresión y el miedo de nuestra piel?
Caminamos todos los días cargando con esas capas mentales parecidas a las de una cebolla sobre nosotros mismos.
De un tirón, así, ¿cómo de impresionante sería si pudiéramos pelarlas como una cebolla?
Como dijo Albert Einstein: «Ningún problema puede resolverse desde el mismo nivel de conciencia que lo creó».
A veces nuestra conciencia nos manda información falsa.
Nuestra mente consciente crea problemas cuando no hay nada que temer o autodespreciar, en cambio nos dice lo contrario. A veces nos dice que somos un fracaso.
Entonces, ya que a veces nuestra mente consciente nos crea problemas, ¿qué pasa si de vez en cuando intentamos asomarnos a nuestra mente inconsciente?
Uno de los ejemplos interesantes de que nuestra inconsciencia, olvidada desde hace mucho tiempo, gana a nuestra conciencia altamente funcional se muestra en una de las populares películas «El club de la lucha».
La película «El club de la lucha», de David Fincher, describe a un oficinista insomne que se esfuerza por vivir una vida rodeada de su trabajo y de sus posesiones, que le hacen sentirse miserable y mucho más codicioso, como un laberinto sin fin. Un día, descubre que su apartamento y todas sus pertenencias han volado por los aires y que no tiene amigos ni familia. Entonces conoce a un hombre inusual que le ofrece una petición inusual que empieza a cambiar su vida. Juntos, con un grupo de otros hombres se reúnen por las noches para luchar entre ellos, y nace su Club de la Lucha.
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