Desde que era un niño y rellenaba las tarjetas de citas de mi padre en su despacho, yo también quería ser psicólogo. Conectar y ayudar a los demás siempre me pareció extraordinariamente tentador. De niña, sentía que quería salvar el universo y, concretamente, quería cambiar el mundo de una sola persona cada día durante el resto de mi vida.
Los trastornos alimentarios siempre han sido un tema que me interesaba especialmente. Quería eliminar el estigma que rodea a la enfermedad y ayudar a los afectados a saber que no están solos. Para lograr este objetivo, solicité ser pasante en la línea de ayuda de la Asociación Nacional de Trastornos de la Conducta Alimentaria (NEDA) y fui aceptada, lo que me llevó a una oportunidad absolutamente increíble que me ayudó a crecer como persona en una variedad de formas. Al principio, mi objetivo era aprender todo lo que pudiera sobre los trastornos alimentarios y hacer todo lo posible por ser una voz de apoyo para las personas que sufrían este problema. Si bien pude cumplir con estas aspiraciones, también terminé logrando mucho más. En mi esfuerzo por ayudar a los demás, NEDA también me ayudó mucho.
Al principio de las prácticas, NEDA ofrecía muchas horas de educación y formación que incluían ayudar a los voluntarios a sensibilizarse y comprender las muchas formas en que los trastornos alimentarios impregnan millones de vidas. También me ofrecieron una clase gratuita para certificarme como facilitadora de Body Project, que es un programa de intervención temprana y prevención para adolescentes.
Una vez que tomé mis primeras llamadas, aprecié cómo esta experiencia era más importante que simplemente ser un trampolín para entrar en la escuela de posgrado. Era una forma de ayudar a disminuir el sufrimiento de los demás mostrando compasión por todas las circunstancias. En estas llamadas, había un ser humano real que podía salir de la conversación con opciones de tratamiento o con el apoyo de saber que sus problemas eran reales y dignos de ser explorados. Al ayudar a los demás a recuperar la confianza en sí mismos, a mí también me ayudó a ganar más confianza en mí misma y a sentirme más competente. Al escuchar a un puñado de personas revelar detalles íntimos de su sufrimiento una y otra vez, aprendí a apreciar el poder de la resistencia humana. Sentí una inmensa sensación de satisfacción al presenciar cómo la voz de una persona en apuros pasa de tener una cualidad de desesperación a, al escuchar y empatizar, oír el comienzo de la esperanza en su voz. Las personas que llaman suelen estar llenas de gratitud y aprecio, y cada una de ellas también te enseña algo.
No importa cuánto hable una persona de haber tocado fondo, la mayoría de las personas llaman porque también tienen el deseo de mejorar. Además de las personas que padecen trastornos alimentarios, una parte importante de las llamadas recibidas son de personas preocupadas por un ser querido que padece un trastorno alimentario. Lo que aprendí fue que aunque un enfermo se sienta solo, el amor de sus amigos y familiares a menudo no flaquea.
Trabajar en la línea de ayuda de NEDA me enseñó que nadie está nunca demasiado lejos, que todo el mundo tiene la capacidad de crecer y que buscar ayuda es un signo de fortaleza. También me enseñó que todos tenemos el poder de ayudar a los demás y a nosotros mismos. Aunque no hay soluciones fáciles, descubrí que, a menudo, el simple hecho de decir las palabras «te escucho y tus experiencias importan» puede dejar un poderoso impacto y ayudar a alguien a avanzar hacia su recuperación.
Si usted o un ser querido está luchando contra un trastorno alimentario, puede llamar a la línea de ayuda confidencial y gratuita de NEDA, de lunes a jueves de 9:00 a.m. a 9:00 p.m. y los viernes de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. al 1-800-931-2237. A veces la gente se siente preparada para hablar pero tiene miedo de hacerlo por teléfono; por eso también existe la opción de chatear. Nadie está realmente solo, y la recuperación siempre es posible.
Este artículo apareció originalmente en La Odisea.
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