Budismo

Movimiento filosófico de salvación surgido en el mismo entorno ascético que produjo los Upanishads, el budismo subraya la impermanencia de todos los estados del samsara y ofrece una variedad de prácticas espirituales para alcanzar la liberación. Mientras uno esté impulsado por la ignorancia y el deseo, y se vea afectado por los residuos de las acciones pasadas, la muerte no pone fin al renacimiento repetido. Uno puede renacer como dios (deva), semidiós (asura), ser humano, animal, fantasma hambriento o ser infernal. Los primeros textos budistas hablan de múltiples infiernos calientes bajo la tierra, pero las tradiciones mahayana sitúan los infiernos en los millones de universos en los que los seres sensibles sufren y los budas compasivos enseñan. Aunque se considera que todos estos reinos son, en última instancia, ilusorios, el sufrimiento de los seres infernales y de los fantasmas hambrientos (que son torturados por el hambre y la sed incesantes) es insoportable, y su vívida representación en la literatura y el arte budistas acentúa la sensación de urgencia de realizar buenas acciones, de transferir el mérito así obtenido a los necesitados y de refugiarse en la protección de los budas y bodhisattvas (aquellos que juran convertirse en buda y se dedican a ayudar a otros a alcanzar la iluminación). El budismo mahayana ensalza la compasión de los grandes bodhisattvas que utilizan su poder mágico para descender a los infiernos más bajos con el fin de predicar el dharma salvador (la verdad universal enseñada por Buda) y compartir su mérito con los desdichados. La presencia compasiva en el infierno de los bodhisattvas Avalokiteshvara (a menudo representado como una hermosa joven y conocido como Guanyin en China y como Kannon en Japón), Kshitigarbha (conocido como Dizang en China y como Jizō en Japón) y el heroico monje Mulian (que intercedió ante Buda y consiguió la liberación de su madre del tormento en el infierno) son, por tanto, importantes ejemplos de esta enseñanza mahayana.

Kannon, el bodhisattva de la compasión; Takasaki, Japón.

Tsuneo Iwata/Bon

En China, la confluencia de las tradiciones budista, taoísta y popular produjo un elaborado sistema ceremonial para aliviar el sufrimiento de los fantasmas hambrientos y los seres infernales y exorcizar su influencia negativa sobre los vivos. El infierno, con sus 10 temibles tribunales, es una burocracia en la que los jueces se prestan a sobornos y las almas se someten a juicios y soportan torturas judiciales. Los difuntos son apoyados por sus familiares vivos, que los recuerdan con honor, realizando buenas acciones, patrocinando rituales en su nombre y quemando o decorando la tumba con efigies de papel con dinero, comida, ropa, coches y otros elementos esenciales. Los ritos esotéricos para abrir las puertas del infierno y alimentar a los fantasmas y seres infernales hambrientos extienden esta compasión filial de la familia a toda la población de seres que sufren. De naturaleza purgante, los infiernos chinos no están fuera del alcance de la intervención humana, y la obligación compartida de socorrer a los seres que sufren allí ha sido una poderosa fuerza de cohesión social.