Una hormona es una sustancia química liberada por una célula o glándula en una parte del cuerpo que posteriormente afecta a las células de otra parte del cuerpo. En esencia, las hormonas son mensajeros químicos que viajan por el torrente sanguíneo hasta los tejidos u órganos. Participan en muchos procesos corporales diferentes, como el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo, la reproducción, la función sexual y el estado de ánimo.
Existe una estrecha relación entre el sueño y las hormonas. Una clara demostración de ello es cuando las mujeres se quedan embarazadas. El embarazo se asocia con alteraciones de las hormonas reproductivas, el estrógeno y la progesterona, que suelen aumentar a lo largo del embarazo y alcanzan su punto máximo a término. Este aumento puede asociarse inicialmente con una elevada somnolencia en la madre, lo que a menudo provoca un aumento del tiempo total de sueño y de las siestas diurnas . La distribución de las etapas del sueño, el sueño profundo y el sueño REM, también puede verse alterada en este momento. También se ha propuesto que los cambios físicos que se producen en las últimas etapas del embarazo (tercer trimestre) perturban el sueño en la mayoría de las mujeres. Del mismo modo, durante la menopausia, las alteraciones del sueño y los síntomas de insomnio son muy comunes, y se han relacionado con la disminución de los niveles de estrógeno y los sofocos asociados.
Las etapas específicas del sueño también pueden estar relacionadas con cierta liberación hormonal. Por ejemplo, está bien documentado que durante el sueño profundo se produce un aumento de la liberación de la hormona del crecimiento humano, que estimula la reproducción y la regeneración celular. Curiosamente, un estudio reciente de Lampl &Johnson (2011) descubrió que los brotes de crecimiento infantil estaban asociados con un sueño mayor y más consolidado, y el mecanismo que se cree que explica esto está relacionado con el aumento del sueño profundo (de ondas lentas) y el aumento asociado de la hormona del crecimiento.
Por último, también se ha demostrado que la pérdida y la alteración del sueño tienen un impacto negativo en el equilibrio hormonal. Por ejemplo, se ha comprobado que la hormona supresora del apetito, la leptina, disminuye tras varias noches de restricción del sueño. Del mismo modo, se ha comprobado que la hormona que estimula el apetito, la grelina, aumenta tras la restricción del sueño. Por lo tanto, las alteraciones de estas dos hormonas debidas a la pérdida de sueño pueden animar a las personas a buscar calorías adicionales.
Referencia:
Lampl, M., Johnson, M.L. (2011). El crecimiento infantil en longitud sigue al sueño prolongado y al aumento de las siestas. SLEEP, 34(5), 641-650.
Hormonas y sueño: Una calle de doble sentido
Por Sleepio
Fichado en: Ciencia del sueño
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