La infección por el nuevo virus de la corona (SARS-CoV-2) se registró por primera vez en diciembre de 2019 en China, y luego se extendió rápidamente al resto del mundo. El 31 de diciembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó por primera vez sobre causas de neumonía de origen desconocido, en la ciudad de Wuhan (provincia de Hubei, China), en personas vinculadas epidemiológicamente a un mercado local de venta de mariscos y animales húmedos en Wuhan. La enfermedad de Coronavrus, llamada COVID-19 (enfermedad del virus Corona 2019), después de China se extendió rápidamente a la mayoría de los países del mundo, y la OMS el 11 de marzo de 2020 declaró una pandemia con este virus. El SARS-CoV-2, tiene un alto nivel de similitudes secuenciales con el SARS-CoV-1 y utiliza los mismos receptores cuando entra en el cuerpo humano (enzima convertidora de angiotensina 2/ACE2). COVID-19 es una infección respiratoria que se transmite principalmente a través de las gotitas respiratorias. Los síntomas típicos de la infección por COVID-19 pueden ser muy moderados (los infectados pueden ser incluso asintomáticos) hasta muy graves, con síntomas respiratorios severos (neumonía severa bilateral), schock séptico y desenlace fatal. Todavía existen numerosas incógnitas sobre las características biológicas, epidemiológicas y clínicas de COVID-19, que hacen imposible predecir con certeza el curso futuro de la actual pandemia. El COVID-19 es principalmente una enfermedad del sistema respiratorio, pero el SARS-CoV-2, en un número de pacientes también penetra en el SNC, y aparentemente podría ser responsable de un resultado fatal en algunos casos. La entrada del virus en el cerebro puede provocar manifestaciones neurológicas y psiquiátricas, que no son infrecuentes, como cefaleas, parestesias, mialgias, alteraciones de la conciencia, confusión o delirio y enfermedades cerebrovasculares. Los individuos positivos al SARS-CoV-2 deben ser evaluados oportunamente para detectar síntomas neurológicos y psiquiátricos, ya que el tratamiento de las complicaciones neurológicas y psiquiátricas relacionadas con la infección es un factor importante para mejorar el pronóstico de los pacientes graves de COVID-19. Desde el punto de vista actual, parece que en los supervivientes de COVID-19, en los próximos años y décadas, el proceso inflamatorio sistémico y/o el proceso inflamatorio del cerebro podrían desencadenar mecanismos a largo plazo que generalmente conducen a un aumento de los trastornos neurológicos y neurodegenerativos. Las consecuencias psicosociales, así como las consecuencias para la salud mental, también son importantes, tanto para la población en general como, especialmente, para el personal sanitario de todos los perfiles. La pandemia de COVID-19 se asocia a consecuencias psicosociales negativas, entre las que se incluyen síntomas depresivos, ansiedad, ira y estrés, trastornos del sueño, síntomas de estrés postraumático, aislamiento social, soledad y estigmatización.