Maria y Don sufrieron importantes reveses en sus carreras cuando sus implementaciones de ERP salieron terriblemente mal. Ambos cayeron en picado. Estaban tristes, indecisos y llenos de ansiedad por lo que había salido mal y por el futuro. En el caso de María, el estado de ánimo era transitorio. Al cabo de un par de semanas, se dijo a sí misma: «No soy la única responsable de la implementación; es el equipo y la organización los que están pasando por momentos difíciles. Soy buena en lo que hago, y habrá una oportunidad para que haga las cosas bien o, si no, para que me vaya a otro sitio». Actualizó su currículum mientras trabajaba simultáneamente para encontrar una solución al problema. Fue a varias entrevistas e incluso le ofrecieron otro puesto, pero optó por quedarse con las renovadas garantías de sus ejecutivos de apoyar plenamente el proyecto. Don, por el contrario, entró en una espiral de desesperación. «He fracasado porque no puedo rendir bajo presión», pensó. «No estoy hecho para este tipo de trabajo. Nunca me volverán a ver como un líder, y nunca podré conseguir otro trabajo». Sus temores se vieron reforzados cuando finalmente lo despidieron. Ni siquiera buscó otro trabajo cuando vio que sus días estaban contados en su institución. Acabó volviendo a vivir con sus padres.

Maria y Don son extremos opuestos en su reacción al fracaso. Las personas como María se recuperan después de un breve período en el que se sienten abatidas. Al cabo de un año, muchos de este tipo de personas han crecido gracias a la experiencia. Sin embargo, las personas como Don pasan de la tristeza a la depresión y al miedo paralizante al futuro. Sin embargo, como todos sabemos, el fracaso es una parte inevitable del trabajo. Las personas como Don tienen casi la certeza de que sus carreras están bloqueadas, y las organizaciones que están llenas de este tipo de personal están condenadas a enfrentarse a tiempos difíciles. Son las personas como María las que llegan a la cima y las que las organizaciones necesitan contratar y retener para tener éxito. ¿Cuál es la diferencia en sus perspectivas? La respuesta es la resiliencia.

Qué es la resiliencia y por qué es importante

La resiliencia es la capacidad de resistir, recuperarse y reponerse en medio del estrés, el caos y las circunstancias siempre cambiantes. Las personas con capacidad de recuperación no se centran en el fracaso, sino que reconocen la situación, aprenden de sus errores y siguen adelante. La buena noticia es que la resiliencia es una habilidad que puede aprenderse y mejorarse con la práctica.

Para ser un líder eficaz, primero hay que ser un gestor eficaz de uno mismo. Tiene que ser capaz de mantenerse centrado, productivo y enérgico, a pesar del inevitable caos y el cambio que se produce a su alrededor. Además, tiene que ayudar a su equipo a hacer lo mismo para que todos, así como la organización, tengan éxito y prosperen.

La psicóloga Susan Kobasa identifica tres rasgos principales que caracterizan la mentalidad de las personas resilientes:

  • Desafío. Las personas resilientes tienen el hábito de considerar el estrés como un reto a superar, lo que les motiva a abordar las causas de su estrés de forma positiva. Este enfoque activo puede contrastarse con un enfoque más común, en el que el estrés se ve como una fuerza desafortunada o incluso paralizante que abruma en lugar de motivar.
  • Control personal. En general, las personas resilientes tienden a aceptar los retos y a trabajar para superarlos e incluso dominarlos. Incluso cuando no es posible controlar una situación, las personas resilientes trabajan para encontrar las posibilidades que existen y las persiguen. Por ejemplo, ante la pérdida de un empleo, una persona resiliente aprovecharía las oportunidades para explorar nuevas opciones laborales en lugar de deprimirse y desmoralizarse. Recuerde cómo reaccionó María ante el fracaso de la implantación de su ERP.
  • Compromiso. Parte de la razón por la que las personas resilientes persisten en sus esfuerzos de afrontamiento es porque están comprometidas con una perspectiva activa y comprometida hacia los desafíos, lo que les motiva a intentar activamente influir en su entorno y a perseverar incluso cuando sus intentos no parecen dar resultado. Las personas resilientes se dedican a encontrar ese sentido, a adoptar un enfoque activo y de resolución de problemas ante las situaciones.

En The Resiliency Advantage, Al Siebert escribe que «las personas altamente resilientes son flexibles, se adaptan rápidamente a las nuevas circunstancias y prosperan en el cambio constante. Lo más importante es que esperan recuperarse y confían en que lo harán. Tienen el don de crear buena suerte a partir de circunstancias que muchos otros ven como mala suerte». En otras palabras, este tipo de personas siguen siendo positivas y pueden afrontar bien los altos niveles de cambio continuo y perturbador siendo flexibles e ideando una nueva forma de trabajar cuando la forma antigua o actual ya no es posible.

Las emociones negativas como el miedo, la ira, la ansiedad, la angustia, la impotencia y la desesperanza disminuyen su capacidad para resolver los problemas y debilitan su capacidad de recuperación. Dichas emociones se trasladan a tu personal y lo deprimen también. Además, los miedos y preocupaciones constantes debilitan tu sistema inmunitario y aumentan tu vulnerabilidad a las enfermedades. Incluso si la organización para la que trabajas es inestable porque los ejecutivos y administradores no saben gestionar los cambios rápidos, es posible encontrar formas de manejar la presión y seguir recuperándose sin tener ataques de ansiedad, hundirse en la desesperanza o actuar de forma disfuncional.

Sería ideal poder reducir el estrés por completo, ya sea por la carga de trabajo o por las expectativas poco realistas de los administradores o de uno mismo. Sin embargo, a falta de ese sueño imposible, los líderes pueden ayudar a su personal a ser más resistente frente al estrés, minimizando el impacto en su bienestar emocional, mental y físico. Si bien no podemos volvernos impermeables al estrés, podemos aprender formas de adaptarnos y enfrentarnos a los entornos estresantes.

Modo de gestionar y fortalecer su resiliencia

La resiliencia, al igual que un músculo sano, debe ejercitarse con regularidad para funcionar bien. A continuación se ofrecen algunos consejos de acondicionamiento para desarrollar la resiliencia.

  • Construir y mantener las conexiones. Es importante tener buenas y estrechas relaciones con miembros de la familia, amigos u otras personas. Aceptar la ayuda y el apoyo de quienes se preocupan por ti y te escuchan fortalece tu resiliencia. Ser empático y compasivo con los demás también refuerza tu resiliencia al estar en el papel de ayudante. Ver el mundo desde el punto de vista de otro es poderoso y humilde y tiene un efecto positivo en la resiliencia.
  • Evite ver las crisis como problemas insuperables. No podemos cambiar el hecho de que ocurran cosas muy estresantes, pero sí podemos cambiar la forma en que interpretamos y respondemos a estos acontecimientos. Experimente mirando más allá de la situación actual para imaginar cómo podrían mejorar las circunstancias futuras.
  • Mantén las cosas en perspectiva. Incluso cuando te enfrentes a acontecimientos muy difíciles, intenta considerar la situación estresante en un contexto más amplio y trabaja para mantener una perspectiva a largo plazo. Evite exagerar el evento, lo cual no sólo es fácil de hacer sino que también es más difícil de recuperar para usted y su equipo. Sea un modelo tranquilo y firme que se centre en los hechos y evite la reactividad emocional.
  • Acepte que el cambio forma parte del trabajo (y de la vida). Ciertos objetivos pueden dejar de ser alcanzables debido a obstáculos insuperables o a un cambio en la dirección de la organización. Aceptar las circunstancias que no pueden cambiarse puede ayudarle a centrarse en las cosas que puede modificar.
  • Desarrolle y alimente una visión positiva de sí mismo. Desarrolle la confianza en sí mismo -en su capacidad para resolver problemas- y confíe en sus instintos. Mantener el aplomo bajo presión es un poderoso y afirmativo modelo de conducta para su personal.
  • Avanza hacia tus objetivos. Desarrolle unos objetivos realistas. Haga algo con regularidad -aunque parezca un pequeño logro- que le permita avanzar hacia esos objetivos. En lugar de centrarse en tareas que parecen inalcanzables, pregúntese: «¿Qué es lo que sé que puedo lograr hoy que me ayude a avanzar en la dirección que quiero?»
  • Tome medidas decisivas. Aborde las situaciones adversas tan pronto como pueda. Actúe con decisión en lugar de desprenderse por completo de los problemas y las tensiones y desear que desaparezcan. La evasión se produce con demasiada frecuencia en el lugar de trabajo y crea un entorno desmoralizador generalizado para el personal que es difícil de rectificar.
  • Aferrarse al sentido del humor. Reírse ante la adversidad puede ser un gran alivio para el estrés y ayuda a mantener a su equipo unido. El humor reduce la tensión a niveles más manejables, lo que es especialmente importante en situaciones de estrés constante. También le ayuda a usted y a su equipo a recuperarse y seguir adelante cuando las cosas son difíciles.
  • Mantenga los canales de comunicación abiertos y dinámicos. Asegúrese de comunicar las iniciativas de cambio a todo el mundo, especialmente a las personas que se resisten o tienen miedo al cambio. Una comunicación clara y coherente también ayuda a mantenerle a usted y a su equipo motivados para el largo camino de las iniciativas de cambio y los cambios de prioridades.
  • Mantenga una perspectiva esperanzadora. Una perspectiva optimista nos permite esperar que sucedan cosas buenas en nuestras vidas. Aunque suene cursi, trabaje para visualizar lo que quiere en lugar de preocuparse por lo que teme.
  • Cuide de sí mismo. Presta atención a tus propias necesidades y sentimientos. Realice actividades que le gusten y le relajen. Haga ejercicio con regularidad, aunque sólo sea un paseo de 10 minutos en mitad de la jornada laboral. Practicar el autocuidado mantiene la mente y el cuerpo en condiciones de enfrentarse a situaciones que requieren resiliencia.

Conclusión

Mejorar la fortaleza mental, destacar y perfeccionar los puntos fuertes y fomentar las relaciones sólidas son competencias básicas para cualquier directivo y líder de éxito. Los programas de desarrollo del liderazgo suelen abordar estas habilidades, pero es el líder verdaderamente exitoso el que reconoce la importancia de crear habilidades de resiliencia para que las personas puedan prosperar en lugar de tambalearse cuando se enfrentan a contratiempos y fracasos. Los directivos y líderes pueden cambiar la cultura de sus organizaciones para que se centren en lo positivo en lugar de lo negativo y, al hacerlo, convertir a los pesimistas como Don en optimistas como María. Construir la resiliencia requiere tiempo, atención y práctica, pero los resultados positivos a largo plazo bien merecen el esfuerzo.

Joan F. Cheverie es directora de desarrollo profesional en EDUCAUSE.