Somos una especie de constructores de puentes. Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han diseñado estructuras para superar obstáculos como, por ejemplo, la bahía de Jiaozhou. Esta masa de agua alberga ahora un puente de 42,5 kilómetros que une la ajetreada ciudad portuaria china de Quingdao con el suburbio chino de Huangdou.

Hemos domado el acero, la piedra, la madera e incluso la vegetación viva, todo ello en un esfuerzo por llegar a los lugares, las personas y las cosas que deseamos.

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Aunque el concepto en sí mismo es tan sencillo como talar un árbol para cruzar un riachuelo, el diseño y la construcción de un puente conllevan un gran ingenio. Artistas, arquitectos e ingenieros invierten grandes recursos en la construcción de puentes y, al hacerlo, remodelan el entorno en el que vivimos.

Como resultado, habitamos un planeta de puentes, algunos tan antiguos como el puente griego de Arkadiko, de 3.000 años de antigüedad, o tan inalterados como los puentes vivientes de Meghalaya, de 500 años de antigüedad, que nacen de las raíces de los árboles en crecimiento (más adelante). Otros innumerables han caído en los barrancos y ríos que atraviesan, mientras el ser humano sigue abordando puentes y construcciones cada vez más ambiciosos.

En este artículo, conoceremos los puentes que tan a menudo damos por sentados (literalmente caminamos y conducimos por encima de ellos), así como los diseños que los hacen posibles. Veremos los principios fundamentales de la ingeniería de puentes, los diferentes tipos y cómo intentamos frustrar las fuerzas físicas y los fenómenos naturales que amenazan perpetuamente con destruir los puentes del mundo.

Primero, vayamos a lo básico.