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Te gustan los gatos porque son criaturas hermosas y elegantes, ¿verdad? ¿O es porque has sido infectado por un parásito que influye en tu cerebro?

Extrañamente, una nueva investigación plantea esa cuestión, al descubrir que el parásito Toxoplasma gondii, que vive en los gatos, en realidad hace que éstos sean atractivos -en lugar de temibles- para sus presas naturales (en este caso, las ratas). Investigaciones anteriores también sugieren que este parásito, que puede infectar a los seres humanos, puede afectar a la personalidad y posiblemente incluso al riesgo de esquizofrenia.

El bicho unicelular T. gondii es probablemente más conocido por ser una de las principales causas de las enfermedades transmitidas por los alimentos (toxoplasmosis). Sin embargo, el parásito no suele causar enfermedades evidentes en personas sanas: alrededor del 10% de los estadounidenses son portadores del bicho, pero pocos presentan síntomas porque su sistema inmunitario lo mantiene a raya. Aun así, ciertos grupos son vulnerables; si las mujeres embarazadas se infectan, puede causar defectos de nacimiento, y el parásito puede ser peligroso para las personas con SIDA y otras enfermedades que comprometen el sistema inmunológico.

Aunque es posible contraer el bicho al manipular la arena sucia de los gatos, el T. gondii se transmite más comúnmente a los seres humanos por el contacto con la carne cruda o poco cocinada, en particular la carne de cerdo.

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T. gondii tiene un ciclo vital complicado. Puede vivir en casi cualquier mamífero, pero se reproduce sexualmente sólo en los gatos. En consecuencia, ser capaz de manipular a las presas de los gatos -es decir, las ratas- para que tengan más probabilidades de ser devoradas redunda en el interés genético del parásito.

La nueva investigación exploró la respuesta de las ratas a la orina de los gatos. Por razones obvias, las ratas suelen tener terror a la orina de gato, y la exposición a ella activa las regiones cerebrales de las ratas que procesan el miedo. Pero los investigadores dirigidos por Patrick House, de Stanford, descubrieron que cuando las ratas infectadas por T. gondii se exponían a la orina, mostraban, en cambio, actividad en áreas cerebrales asociadas a la excitación sexual.

Esto ocurría sólo en respuesta a la orina de los gatos, no de otros depredadores; la exposición tampoco afectaba a otros tipos de miedos.